NÚMERO ESPECIAL. 32 páginas
La PTP dedica el número 57 íntegramente a la ciudad de Berlín, al ser un modelo ejemplar de planificación de redes y de movilidad sostenible en una gran capital.
El número monográfico incluye una descripción de la movilidad berlinesa, el control de su contaminación, la explotación de su transporte público, una referencia al Muro de Berlín particularizada en su afectación hacia el transporte público, así como artículos sobre la movilidad en bicicleta, la financiación, y el sistema tarifario de la región de Brandenburgo.
La PTP tiene la costumbre de inspirar sus reivindicaciones en la vieja Europa. A través de la observación de nuestros vecinos comunitarios, especialmente los alejados del Mediterráneo, se observan políticas de movilidad mucho más eficaces de las que han conseguido los constructores de pirámides o los vendedores de vehículos. Si Friburgo fue la inspiración para nuestras ciudades medianas (MSS 44), la ciudad-estado de Berlín lo es para el área metropolitana de Barcelona, y el Estado de Brandenburgo para la región metropolitana de Barcelona. Dicen que las comparaciones son odiosas, pero cuando nuestra actualidad está tan marcada por los graves problemas de ocupación de espacio público, ruido, siniestralidad y contaminación del aire, lo menos que podemos hacer es buscar referentes de ciudades que lo hagan mejor que nosotros y tengan semejante población, como Berlín, Viena o Múnich. Si queremos dar apariencia de bienestar y complacencia, siempre nos quedará Atenas, Roma o Madrid; ellas también sitúan la movilidad privada en el centro del universo.
Berlín ha sido pionera en el ámbito europeo en muchas innovaciones que hoy forman parte de nuestra movilidad diaria. Werner von Siemens probó el primer tren eléctrico del mundo en la feria de muestras de 1879. rivaliza con Londres, desarrolló una precoz electrificación de los ferrocarriles y tranvías: 1902 ya se había estrenado el Metro y también se había electrificado toda la red de tranvías. El servicio de Cercanías se estrenó en el siglo XIX con una clara visión de futuro que haría vértigo en Barcelona: desde 1877 ya se contaba con cuatro vías para evitar interferencias entre el tráfico local y el de mercancías y viajeros de largo recorrido. Lo más relevante quizás ha sido la visión integrada de la red de transporte público, con un sistema tarifario común para Metro, Cercanías y Tranvía originario de 1893 (el siglo XIX). Berlín también presume de haber instalado el primer semáforo de Europa, en 1924, en la plaza de Potsdam. El 1928 se fusionan las empresas de autobús, tranvía y metro, dando lugar a la famosa BVG (Berliner Verkehrsbetriebe) y favoreciendo al máximo la coordinación -no la competencia- entre modos de transporte público. Tras la caída del muro, en 1989, Berlín comenzó a unificar dos redes de transporte público que habían evolucionado de manera radicalmente diferente. El proceso aún dura, pero exhibe con orgullo a la nueva estación de Berlín Hauptbahnhof, la estación del Berlín unido.
Berlín ha configurado un urbanismo verde y amable que ha generado unas dinámicas de movilidad dignas de estudio. Su descentralización es total, en el ámbito de barrio se pueden satisfacer las necesidades básicas, sin necesidad de hacer largos desplazamientos hacia un mismo punto. En la capital alemana es fácil comprobar que el urbanismo ha estado al servicio de los ciudadanos y no de los especuladores inmobiliarios. Berlín puede presumir de ser una ciudad con poca congestión y una gran calidad de vida, y lo hace teniendo una Ronda vial inacabada y una red de Metro relativamente pequeña (p. 5-13) Eso sí, cuenta con zonas de bajas emisiones, zonas de bajo ruido, áreas pacificadas donde los niños pueden hacer uso de la calle sin estar ligados, concentran el tráfico en pocos ejes, generan una infraestructura importante para la bicicleta, cuentan con la red de tranvías más importante de Alemania, y explotan sus transportes públicos bajo criterios de eficiencia (pág.
Pasear por Berlín es descubrir una ciudad de escala humana que tampoco renuncia a su papel de gran capital. El alcalde de Berlín define su ciudad como “pobre pero sexy”. Nosotros ya somos pobres, y ahora se trataría de ser más sexys, menos sucios y menos ruidosos.
Ricard Riol Jurado